Y mirarán al que traspasaron

Una de las festividades que siempre me conmueve es la de Expiación. No que todas logren conmoverme por la carga y el significado que tienen. Pero esta en particular tiene un sabor agridulce que cala el sentimiento y proyecta mucha empatía. 

Cuando somos llamados por Dios y tomamos la decisión de ser fieles por medio de un pacto, el entendimiento se va afinando poco a poco, y las cosas las vamos viendo con otro enfoque. 

Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 2 Corintios 4:3-4

Por un lado, estamos agradecidos de discernir los tiempos, pero por otro, es una lástima que no todos puedan entenderlo. 

Este gran día del perdón será el momento en que las cosas se verán sin bloqueos ni distracciones. Por fin, el gran Engañador será limitado y no engañará más a las naciones. Ya no contaminará con sus tinieblas la luz del evangelio que en algunos ha estado presente. 

Se darán cuenta de todo lo que ha hecho Dios en la tierra, y que su Hijo fue crucificado por nuestros pecados. 

Las personas pensarán «¿Con que así era la cosa?», y podrán ver tras las bambalinas el escenario del maestro de las marionetas, quien ya no tendrá hilos que mover.

Los pueblos del mundo que hayan sobrevivido a todas las catástrofes, plagas y muertes que están escritas en el libro, verán con claridad y tendrán que tomar una decisión. ¿Continuarán con sus mismas ideas y duros corazones, a pesar de ver a Cristo con sus propios ojos, o buscarán a Dios para recibir sus más ricas bendiciones en el Reino de Dios, que estará a punto de iniciar?

Feliz fiesta de Expiación