Nunca perdamos la fe

El miedo es una emoción que todos hemos experimentado, al ver un bicho desagradable, por algún problema nuestro, de nuestra comunidad o país donde vivimos, o mundial, no solo la experimentamos cuando alguien nos asusta, sino cuando algo o alguien amenaza nuestro bienestar, y si no tenemos un control sobre nosotros, está nos puede llevar a tomar decisiones muy precipitadas sin tomar en cuenta las consecuencias que pueden traer solo porque eso que nos amenaza desaparezca.

Una gran lección

En el año 2022, después de una larga y desastrosa pandemia, el mundo por fin volvía a la “normalidad”, la Iglesia no se quedaba atrás, muchas actividades que por tres años se habían pausado, volvían a reactivarse, como era el caso de los campamentos, en agosto, yo estaba muy emocionado, ya que estaba a punto de iniciar la preparatoria, y porque se nos había anunciado el campamento 2022; era el día de saber si había quedado en la preparatoria que quería, y gracias a Dios quedé, pero me enteré de algo: los propedéuticos (estos son la formación preparatoria que tiene como finalidad instruir a los alumnos antes de iniciar formalmente los estudios). Eran dos semanas, y justo la primera semana eran las mismas fechas que el campamento.

Le preguntamos a un encargado si estos eran muy importantes, nos dijo que sí, que era donde todos nos integrábamos y que conoceríamos el plan de estudio y no me acuerdo de que tanta labia más. Una gran preocupación nació en mí, mi nerviosismo se disparó, estaba superansioso… tenía miedo.

Mis padres hablaron con un tío, ya que él trabajaba en el ayuntamiento, y dijo que, sin problemas, él iba a mandar a alguien para que hablara con la escuela.

Pero era tanto el miedo que sentía dentro de mí de generarme algún problema en la escuela, que ni siquiera confiaba en alguien del gobierno. Miré a mi padre y le dije, «No, yo no voy a ir al campamento».

La emoción que sentía de ir, se dispersó. Lo único que daba vueltas en mi cabeza eran los propedéuticos. No fui al campamento, era una etapa de mi vida, donde estaba muy mal espiritualmente, nunca se me ocurrió arrodillarme ante Dios para pedirle sabiduría, para tomar una buena decisión.

Pidámosle a Dios de corazón y con mucha fe

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada, pero pida con fe, no dudando nada”. (Santiago 1:5-6).

Hermanos, cuando tengamos duda, miedo, no dudemos el acercarnos a Dios, orémosle con fe, de corazón, confiando en que realmente él nos está escuchando, «porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis». (Mateo 6:8).

La oración es una gran bendición que tenemos, ya que por medio de esta, él nos escucha, él sabe todas nuestras necesidades. Pero él quiere que vayamos y se las digamos arrepentidos.

Yo perdí esa confianza, y por ello fui a perder mi tiempo en la escuela, porque en los propedéuticos los profesores asistieron uno o dos días y de ahí, casi ni llegaban. 

Un día de esos fui al centro de mi ciudad, y como andaba tan nervioso unas personas, no sé cómo, me convencieron de cambiarme de compañía telefónica. Por miedo a ser regañado, les mentí a mis padres. Todo esto, por ceder ante el miedo.

Ya casi terminando mi prepa me enteré de que unos compañeros no fueron ni un día a los propedéuticos. 

Al admitir mis errores, y ya pensando más claramente, me acordé de alguien: de Dios. Esa noche oré, le pedí que me perdonara, por no confiar en él, por dejarme llevar por el miedo y haber cometido tantos errores.

Muchas veces, nos da miedo el afectar nuestros estudios, perder un año, perder una materia, y todas las consecuencias que eso conlleva. 

Sé que no puedo compararme con las personas adultas, con el miedo de perder un sueldo, lo que nos permite sustentar nuestras necesidades, da miedo, más cuando tienes a una familia y eres la única fuente de ingresos.

Pero, puedo decir algo con certeza, no tengamos miedo de pedir un permiso, para alguna fiesta de Dios o evento de la Iglesia, porque no vamos a hacer cosas malas, al contrario, vamos a obedecer a Dios. Recordemos que estamos en un proceso de crecimiento espiritual, y uno de los pasos que más nos ayudan en ese proceso, es el estudio, algo que por nuestra cuenta es muy difícil de hacer.

Los sábados son un día puesto por Dios para alabarle y alimentarnos de ese alimento espiritual, y la iglesia organiza varias actividades, tales como seminarios, estudios y campamentos para que podamos escuchar la Palabra y poder entenderla de una manera que no sabíamos y de poder convivir con los hermanos con quienes no nos vemos muy seguido.

Para Dios no hay nada imposible, él puede ablandar el corazón más duro que exista, porque lo que él quiere es nuestro bienestar, él nos ama.

Desde esa experiencia que tuve, mi mentalidad cambió, ahora ya no cedo a la primera, porque, ahora sé, que tengo un compromiso y una responsabilidad que cumplir con Dios, para cualquier festividad que conlleve un permiso, le oro y le pido que si es su bella y divina voluntad, que no tenga ningún problema, “Buscad primero el Reino de Dios y lo demás se os añadirá”.

Sí, las responsabilidades asustan, pero no hay nada que, sin la ayuda de Dios, no podamos resolver, siempre y cuando, estemos obedeciendo. ¿Cómo queremos que nos vaya bien en el trabajo, si no diezmamos, si no hacemos nuestro trabajo, como si lo estuviéramos haciendo para Dios y su hijo Jesucristo, si no guardamos sus mandamientos y sus estatutos, si somos tibios de espíritu?

Pidámosle a Dios que trabaje en nosotros, que nos renueve, que nos use como instrumento para el crecimiento de su iglesia, que nos fortalezca en espíritu, que nos transforme y que nunca nos deje, que nos ayude a pasar por la puerta estrecha y que nos dé el entendimiento para poder entender su grandioso plan, pero siempre pidiéndole con fe y de corazón y que todo se haga conforme a su bella y divina voluntad, no a la nuestra y todo a su debido tiempo.

Si no queremos que nos cambien a Movistar, no caigamos ante el miedo y lo que esto trae consigo. Pero lo más importante, si no queremos perder nuestro lugar en el Reino de los cielos, NUNCA perdamos la fe.

por David Alejandro
Tabasco