
Duele, claro que duele cuando nos golpeamos un dedo con el martillo. ¿Le ha pasado alguna vez?
A nivel fisiológico, cuando ocurre esto, los receptores del dolor liberan neurotransmisores, y sus mensajes viajan por los nervios hasta la médula espinal y luego al cerebro. Aquí es procesado y evaluado, y se envía otro mensaje en respuesta con la instrucción al cuerpo de cómo reaccionar, por ejemplo, quitar la mano del fuego. Según las últimas investigaciones, esta reacción tarda solo 200 milisegundos.
Este sistema de defensa nos hace reaccionar de manera inmediata, prácticamente sin pensar. Y este procedimiento es muy similar a lo que ocurre con nuestras relaciones interpersonales cuando alguien nos inflige dolor.
¿Cómo debemos reaccionar?
Casi la mayoría de las veces, cuando nos vemos involucrados en un conflicto, miramos con recelo a la otra, exigiéndole que debe hacer algo para arreglarlo, ya que nuestra parte está bien, muy bien.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. Mateo 7:3-5
Mucho más simple y fácil, pero irresponsable, es hacernos la víctima en los problemas. El famoso comentarista conservador estadounidense Dennis Prager en su libro «La felicidad es un problema serio» describe cinco razones por qué.
1.— Es mucho más fácil culpar al otro que enfrentarse a la vida y a uno mismo.
2.— Las víctimas despiertan compasión
3.— Es más fácil no tomar las riendas de su vida
4.— La autocompasión es adictiva
5.— Es difícil madurar
Tristemente, el modo de víctima puede resultar todavía más agraviante por parte del victimario cuando la persona se concentra obsesivamente en la ofensa del otro. Esto puede alimentar una enceguecedora ira que la hace ofender con arrebatos e insultos innecesarios.
Me gusta cómo la versión PDT (Palabra de Dios para todos) traduce Proverbios 25:23.
El viento que sopla del norte trae la lluvia; el chisme trae la furia.
Esa «justicia» instintiva de defendernos, de culpar al otro, de contarle al resto de las personas nuestra parte y no necesariamente para buscar consuelo y consejo, sino más bien, estropear la reputación del otro, es una reacción instintiva y muy humana. Es una simple venganza disfrazada de justicia.
Justo parece el primero que aboga por su causa; Pero viene su adversario, y le descubre. Proverbios 18:17
Sí, hay dolor cuando ocurren estas cosas. Pero no debemos caer en la ira. (Proverbios 19:11, 19, 22:24-25)
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. Efesios 4:26-27
Debemos ser muy cuidadosos para que esa molestia o dolor no escale a un sentimiento de ira incontrolable, porque aquí es donde Satanás ve la puerta abierta y puede influir.
A Satanás le encanta este estado. Ese es su estado natural. Es el adversario, es el que acusa a los hermanos «día y noche» (Apocalipsis 12:10), con ira, con violencia, con deseo de destruir nuestras reputaciones.
¿Qué debemos hacer? Debemos enfocar en nosotros mismos y en nuestra relación con Dios, que ha sido algo muy maravilloso a pesar de nuestra paupérrima condición.
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Efesios 2:1
La sanación del dolor frente a un conflicto, y la guía para poder resolverlo, no proviene de nosotros, ni tampoco del otro, sino de Dios. Y esto es un acto de fe (1 Corintios 6:1-8).
Cristo no se martilló el dedo. Él sufrió laceraciones de la carne viva, sangrado, y agotamiento por horas. Recibió la cruel burla de quienes lo veían en ese deplorable estado. Y, aun así, no dijo nada malo de sus burladores.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas 23:34.
Aunque sea en contra de nuestra naturaleza humana, es nuestro deber de cristianos, reconocer nuestro estado de pecadores frente al Padre, buscar la reconciliación con él por medio de Jesucristo, así como entre los hermanos.
No sabemos lo que hacemos, porque casi siempre martillamos mal, y nos golpeamos los dedos. Nos hacemos daño a nosotros mismos y hacemos daño al resto.
Seamos tolerantes. Controlemos nuestros impulsos. Seamos misericordiosos los unos con los otros, y busquemos a Dios para que nos fortalezca y nos guíe cuando vengan las pruebas.
No olvidemos que resolver conflictos entre los hermanos es un acto de fe: confiamos en los principios de Dios y que él se hará cargo.
Así vamos a poder pasar el dolor, y ya quedará atrás, y podremos mirar hacia delante.
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. 1 Pedro 1:6-7
Artículo adaptado del mensaje entregado por Gabriel García el 11 de enero de 2025