
Salimos de Phoenix, Arizona, el viernes 11 de julio a las 12:30 PM, dejando atrás una temperatura de 44 °C, rumbo a Tijuana, México. Después de un viaje de aproximadamente 6 horas y media, cruzamos la frontera por San Ysidro. Al llegar, nos recibió una frase en un muro que decía: “Tijuana, México. Aquí empieza la patria”. En lo personal, no pudimos evitar reflexionar en un sentido más profundo: la verdadera patria empieza cuando decidimos buscar al Creador, servirlo, amarlo y obedecerlo de todo corazón.
Ya en el hotel, intentamos coordinar una cena informal con el Sr. Gregorio, pero no coincidimos en los tiempos, así que no logramos vernos ese día.
El sábado 12 por la mañana, alrededor de las 9:20 AM, el Sr. Gregorio llegó al hotel junto con su esposa, la Sra. Martita, su hijo Manasés y su suegra, cariñosamente conocida como Yayita. Después de casi seis años sin vernos (la última vez fue en una fiesta de Tabernáculos en Puerto Vallarta), fue una gran alegría reencontrarnos.
Nos dirigimos juntos hacia la casa de la familia Parra, donde tendría lugar el servicio del día. Mientras íbamos en camino, alrededor de las 9:35 AM, recibimos una llamada de la Sra. Irina, quien con entusiasmo preguntó si ya estábamos por llegar. La familia esperaba con mucha emoción la visita.
Desde nuestra llegada, tanto la Sra. Irina como el Sr. Simón y sus hijos —David, Yair y la pequeña Yamilet— se mostraron muy atentos y serviciales. Mientras compartían un café con donas, los jóvenes Yael y Manasés se encargaban de preparar todo el equipo necesario para la transmisión del servicio con la Ciudad de México.
La asistencia al servicio fue de 11 personas. El joven Jonathan Alejandro dirigió los cantos, y el Sr. André Delgado presentó el sermoncillo titulado “El arrepentimiento cristiano”, con un mensaje sencillo, claro y profundo. Durante todo el servicio notamos a la familia Parra muy atenta y entusiasmada. Al terminar, tomamos una foto grupal como recuerdo, aunque lamentablemente el Sr. Simón tuvo que atender una llamada laboral y salir antes de la comida.


Alrededor de la 1:30 PM, fuimos invitados a pasar a la mesa donde la Sra. Irina había preparado un delicioso almuerzo. Durante la sobremesa, compartimos un pastel y conversaciones edificantes con las familias Santana y Parra. Se nota el cariño y cercanía que hay entre ellas.
En un momento de la plática, surgió una pregunta importante sobre el rol de la mujer en la Iglesia. Compartimos cómo Dios ve al hombre y a la mujer como creación suya, conforme a Génesis 1:26-27, y explicamos que, aunque valemos lo mismo delante de Dios, los roles dentro del cuerpo de Cristo son distintos, como se indica en 1 Timoteo 3:2, al hablar de las cualidades de un ministro.
Más adelante, compartimos nuestras experiencias como creyentes y momentos de nuestras vidas. Fue un tiempo muy grato y de comunión. En otra parte de la conversación, el Sr. Gregorio leyó Deuteronomio 6:4–9, lo cual nos dio la oportunidad de comentar sobre cómo debemos enseñar la Palabra de Dios, primero viviéndola nosotros mismos, y luego instruyendo a nuestras familias con amor, especialmente en un mundo que constantemente busca alejar a nuestros jóvenes de los caminos del Creador.
Cerca de las 3:30 PM, el Sr. Gregorio nos llevó a conocer la zona fronteriza y ver de lejos la línea que divide ambos países. Después, amablemente nos dejó en el hotel.
Esa noche, salimos a cenar con el Sr. Gregorio y la Sra. Martita. Llegamos al restaurante cerca de las 7:30 PM. La cena fue deliciosa, pero lo más valioso fue la conversación: aprendimos más sobre su caminar con Dios, su fe y su amor por la Iglesia.


El domingo 13, cerca de las 10:30 AM, cruzamos de regreso a Estados Unidos y llegamos a casa alrededor de las 9:30 PM. Regresamos con el corazón lleno de gratitud, memorias preciosas y muchas bendiciones.
Agradecimiento final:
Damos gracias a Dios por haber compartido este hermoso fin de semana con hermanos tan sinceros y cálidos. Agradecemos profundamente al Sr. Gabriel García, quien con esmero y dedicación planificó esta visita. Su atención constante a los detalles y a las familias involucradas en Tijuana fue clave para que esta experiencia fuera tan enriquecedora y edificante, facilitando que la obra de Dios se fortalezca también en lugares lejanos. Gracias por permitirnos servir y compartir con la Iglesia en esta ciudad.