
Carta del Servicios Ministeriales y de Miembros
No se conforme con una versión diluida del camino de Dios
Cuando los exploradores llegaron por primera vez a la selva sudamericana, se
quedaron asombrados al ver cómo los cazadores nativos derribaban grandes animales con un solo disparo de un arco y flechas primitivos. ¿El secreto? Las flechas estaban untadas con curare, un potente veneno derivado de plantas de la selva.
Si el curare se inyectaba en el torrente sanguíneo, era mortal: paralizaba el cuerpo en cuestión de segundos y provocaba la muerte. Pero esto era lo curioso: cuando se tomaba de otras formas, los mismos nativos lo utilizaban como antipirético y relajante muscular.
¿Cómo era posible? La clave está en cómo el curare entra en el cuerpo: al ser inyectado, mata; tomado de otra forma, alivia.
La forma de usarlo importa: el paralelo espiritual
Aquí hay una poderosa lección espiritual. ¿Cómo se acerca uno al camino de vida de Dios? Al igual que el curare, el impacto depende de cuán profunda y directamente uno lo deja entrar en su corazón y su mente, permitiendo que moldee sus acciones.
Algunos toman el «curare espiritual» solo en dosis diluidas, lo suficiente para aliviar la culpa o proporcionar una paz mental temporal, pero no lo suficiente para cambiar verdaderamente quiénes son. Este enfoque superficial los deja espiritualmente relajados . . . pero indolentes, sin cambios, estancados (Hebreos 6:11-12).
Pero ese no es nuestro llamado. Nuestro propósito es la transformación. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).
Para convertirnos en esa nueva creación, algo debe morir: nuestro viejo yo. Eso requiere una entrega total. Significa elegir el poder completo del camino de Dios y someterse completamente a ser guiado por su Espíritu Santo (Romanos 6:6).
El momento de poder
Nos acercamos a Pentecostés, un enérgico recordatorio del día en que Dios derramó su Espíritu Santo sobre su pueblo, no en pequeñas dosis, sino con poder y plenitud. Este no es un momento para relajarse o permanecer cómodos, sino para avanzar con fe, llenos del poder del Espíritu Santo de Dios para vivir, servir, hacer la obra de Dios y vencer como verdaderos discípulos de Cristo.
El verdadero cristianismo no es un sedante, sino un vigoroso llamado a rendirnos y revestirnos completamente de Cristo. A Dios le costó a su amado Hijo, y a cambio, nosotros ofrecemos toda nuestra vida. Como dice Romanos 13:14: «. . . sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne».
El apóstol Pablo entendió esto profundamente: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20).
Avancemos con toda nuestra fuerza
Por tanto, mientras nos preparamos para Pentecostés no nos conformemos con una fe a medias. Démoslo todo. Estemos imbuidos, llenos y saturados, despertando toda la fuerza del Espíritu de Dios y su forma de vida.
Caminemos hacia adelante con fe y con su poder, sin dejarnos paralizar por la comodidad, sino motivados por el Espíritu para cambiar, crecer, predicar el evangelio, hacer su obra y ser más como Cristo.
– Steve Myers, director de operaciones, Servicios Ministeriales y de Miembros
Fuente: Correspondencia miembros Unida