
Hola de nuevo, soy Tim Pebworth, director del Consejo de Ancianos de IDU.
Hoy quería enviarles un breve mensaje para compartir algunas reflexiones sobre la próxima temporada de Pascua y su profundo significado para todos nosotros.
Como presidente del Consejo de Ancianos, también quiero reconocer abiertamente algunas preguntas que han surgido con respecto a la decisión del Consejo de Ancianos de iniciar una transición en la administración, que incluye el proceso de selección del próximo presidente.
Dado que mi esposa y yo partiremos a Francia el lunes en un viaje previamente planeado para trabajar desde la oficina francesa de la Iglesia, quería comunicarme de manera oportuna, especialmente porque estaremos en Europa durante algunas semanas, incluyendo la celebración de las Fiestas Sagradas de primavera con nuestros hermanos allí.
Permítanme comenzar abordando la cuestión de la decisión del Consejo con respecto a los asuntos de la presidencia. Siempre que hay un cambio significativo, particularmente en el liderazgo de la Iglesia, es natural que algunos tengan preguntas. Entendemos, que para algunos, la reciente decisión de buscar un nuevo presidente tras la conclusión del actual mandato de tres años del Sr. Shabi puede haber generado inquietudes. Quisiera enfatizar que el proceso de gobierno establecido, que ha existido desde los inicios de la Iglesia de Dios Unida, guió este proceso. Para evitar cualquier incertidumbre, también quiero enfatizar que un cambio en la situación administrativa no significa que un expresidente o miembro del consejo ya no sirva en la Obra con los talentos que posee.
En el libro de Hebreos, capítulo 12, se habla de correr la carrera que se nos ha impuesto. Individual y colectivamente, corremos una carrera hacia la meta del Reino de Dios. Y en algunos aspectos, nuestra forma podría compararse con una carrera de relevos, donde cada corredor es responsable de correr la parte que le corresponde. Sin embargo, la carrera no cambia cuando se pasa la posta al siguiente corredor; pues la meta sigue siendo la misma.
Agradezco las continuas contribuciones personales de los expresidentes Victor Kubik y el Sr. Roy Holladay que sirvió durante muchos años después de terminar su único mandato como presidente. Directores del Consejo que se han jubilado, como Don Ward, Robin Webber y Bob Dick, continúan como asesores y nos apoyan en el servicio del Consejo. Dada la naturaleza de acciones como esta, algunos desean obtener más información. Estas conversaciones no son una buena práctica ni beneficiosas desde una perspectiva bíblica ni organizacional.
Dicho esto, permítanme ahora pasar a lo que me gustaría compartir sobre estas próximas Fiestas de primavera.
En exactamente cuatro semanas, celebraremos la Pascua juntos y cada día los titulares nos recuerdan el mundo tumultuoso en que vivimos. Recibimos regularmente peticiones de oración por nuestros miembros de todo el mundo que necesitan nuestras oraciones y la intervención de Dios, ya sea en India, Australia o África.
Y, por supuesto, están las peticiones de oración habituales de miembros que sufren enfermedades graves de todo tipo, accidentes, pérdidas de empleo, problemas personales, fallecimientos y otras dificultades. Este tipo de situaciones pueden generar preocupación y desánimo si se lo permitimos, y en esta época del año, especialmente, es muy fácil distraerse.
En este sentido, hay un pasaje que quiero destacar para que meditemos en él. Está en Filipenses capítulo 2, versículos 5-11. El apóstol Pablo nos señala a Jesucristo, quien, ante la mayor prueba que cualquiera de nosotros pudiera imaginar, dio un ejemplo asombroso. Pablo escribió: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
Nuestro Salvador estuvo dispuesto a renunciar al poder y la fuerza que tenía como miembro de la familia de Dios para convertirse en un hombre y sufrir una muerte humillante. Y Él hizo todo esto por nosotros. Como Dios, se hizo hombre para que nosotros, como hombres (y mujeres), pudiéramos finalmente convertirnos en parte de la familia inmortal y eterna de Dios.
Y al acercarnos a la Pascua y a la Fiesta de los Panes Sin Levadura, que tanto nos enseñan sobre el plan de Dios para la humanidad, examinémonos para ver qué tan bien estamos viviendo el ejemplo de Jesucristo. Y seamos agradecidos, acercándonos siempre más en el amor de Dios. Gracias a todos por su fidelidad a Dios y a su forma de vida.
Los invito a orar por todos nosotros en el Consejo de Ancianos, así como nosotros oramos por ustedes. Les deseo cuatro semanas significativas mientras se preparan individualmente para la Pascua.

-Tim Pebworth, Director del Consejo de Ancianos de la Iglesia de Dios Unida. |